18 de septiembre de 2020

Auzolan y el equinoccio de otoño




Hace mucho, mucho tiempo que tengo asumido que el equinoccio de otoño es una fiesta olvidada. 
Si bien es cierto que casi todo el mundo sigue la rueda del año, tan popularizada por la Wicca pero tan extendida a otras tradiciones y no tradiciones en virtud de que genera una estructura y un ritmo constante, también es cierto que no tenemos una idea clara de este momento en nuestro imaginario popular. Y por eso se vuelve una fiesta muy fácil de pasar por alto. También lo es la anterior, ambas mentalmente "comidas" por las fiestas que les rodean y por la dinámica de la vida moderna.
Nuestra festividad de agosto se ve aplastada por el calor, la ausencia y la resaca del solsticio de verano, mientras que en septiembre se nos come la vuelta la cole y a las rutinas y la cercanía de un cada vez más popular Halloween.
Además tenemos que sumarle la falta de conciencia de otoño.

Escribo esto a las diez de la mañana, con el cielo despejado y sin gota de viento y una temperatura de 24 grados. Cualquiera diría que es tiempo estival. A menos, claro está, que este acostumbrado a vivir en la zona en la que vivo yo y con la conciencia que tengo de lo que es realmente el otoño.
Otoño no significa frío, lluvia y hojas secas. Otoño significa decadencia, atardecer, madurez. 
Y no... para mí no empieza en septiembre. Para mi el otoño entra en agosto, con el (valga la redundancia) agostamiento de los campos, y acaba al final de octubre. Durante ese período la naturaleza va dando avisos: the end is near.
Últimos frutos. Últimas cosechas... Tiempo de pensar en almacenar.

Reconozco que a nivel folclórico es, sin duda, la fiesta más cogida con pinzas. Es una época demasiado atareada como para que haya grandes festivales de fuego, demasiado centrada en la labor para historias épicas...

En estas épocas mi familia hacía conservas. 

En el pueblo, las familias grandes (la mía lo era) se reunían para hacer las cosas juntas. Las vecinas amigas también. En algunos sitios empiezan las matanzas. Y en este pueblo se vigila con empeño la avellana, porque está para coger de un momento a otro.

En el país vasco a este arrimar el hombro se le llama auzolan (trabajo vecinal). El auzolan se aplica a obras comunes como acequias, y también a la tendencia a juntarse todos para los trabajos más pesados del campo como el layado de la tierra. Pero la matanza o la ardua tarea de conservar los alimentos (embotados, encurtidos, mermeladas y otros preparados) también entrarían en esta categoría.




Llevo años intentando que esta idea cale en la comunidad: no todas las festividades están ligadas a una gran fiesta folclórica, algunas solo lo están al calendario agrario, y eso es bueno. 
Septiembre y octubre son meses para trabajar, para cerrar cosas, para empezar cosas, para tener empeños. Y eso es bueno. 

Personalmente, estoy inmersa en mi propio auzolan. O al menos en mi modo de ayudar a la comunidad que tengo alrededor. Esta semana ha empezado el colegio después de una de las ausencias más largas de lo que llevamos de siglo. Y la gente a mi alrededor, otras madres y abuelas, tienen necesidades que yo puedo ayudar a paliar. Un escrito aquí, un papel allá, una presentación electrónica acullá. Cosas pequeñas que no representan una molestia pero sí que ayudan a unir a la gente. Porque es el momento de llenar la cesta, pero de llenarla con muchas manos, cada una aportando lo que puede. Y, dentro de unos meses, en esa misma red de solidaridad en el trabajo que tenemos ahora, haremos redistribución. Pero esa es otra historia, y será contada en otra ocasión

3 de septiembre de 2020

Aprendizaje, alimentación, inspiración y plagio


Vivimos en un mundo en el que compartir ideas no solo es cada día más sencillo, sino que parece fácil y se nos anima a ello. Comparte y serás seguido. Comparte y tendrás relevancia. 

Lo irónico es que, al mismo tiempo, cada vez nos es más fácil encontrar ideas ajenas que pueden interesarnos o no. Ideas recubiertas de estética que nos entran por los ojos. Ideas que no nos pertenecen y, en ocasiones, que ni siquiera entendemos.
Compartir entonces se torna peligroso. Nuestras ideas, en forma de retazo, borrador o embrión, llegan a otros que pueden tomarlas consciente o inconscientemente como base o inspiración.

Si esto pasa con ideas desarrolladas, cuando el autor original y los autores subsidiarios pueden entablar una conversación, me gusta llamarlo alimentación. Ambas partes comen y construyen del otro, y se reconoce e incluso honra a aquellos de los que se ha tomado material. Este pasa por un proceso de digestión, de asumir e integrar los postulados, de entender y de desarrollar.
Si ocurre pero la obra derivada no está tan fuertemente ligada a la original (por ejemplo, en lugar de desarrollar una teoría toma y modifica técnicas o recetas hasta tornarlas nuevas), llamo al proceso inspiración. No está en la misma linea, no es algo que vaya a integrar tu vida... Pero te ha dado buenas ideas.

Los artistas saben mucho de inspiraciones. La reconcen y las celebran. Y cuando no lo hacen de arriesgan a una denuncia por plagio. Que difícil es esto en entornos de redes sociales, donde toda idea e información corre como la pólvora, donde todo el mundo es un experto exprés de cualquier cosa.

En las redes paganas encuentras tarotistas muy profesionales que preguntan a otros tarotistas sobre una carta rebelde que no saben interpretar en una tirada por la que han cobrado. Encuentras gente vendiendo trabajos de magia con técnicas que no han usado nunca y que han copiado de otros brujos, sin llegar a entender la lógica subyacente ni los orígenes y contextos de lo que hacen. 
Esta gente no se alimenta de las ideas de la red. Tampoco se inspira. Copia, replica sin pensar, conviertiendo cada idea no en una unidad de información válida sino en un meme. Da alas a la moda, y poco más. 

Y si, están muy cerca del plagio o el robo de ideas. Especialmente cuando se venden a si mismos como eruditos por haber encontrado dos o tres personas de las que copiar.

El problema subyacente es sin lugar a dudas, la falta de sinceridad. Con uno mismo, con el entorno e incluso con la imagen que se ha decidido proyectar y los medios para conseguirlo. 

No tengo nada contra el fake it 'till you made It, siempre que uno esté realmente en el camino de llegar a ello y no se confirme con fingir. Pero últimamente internet solo sirve para fingir.

1 de septiembre de 2020

No estoy muerta

 

No estoi muerta ( I ate'nt dead) es lo que pone en el cartel que la gran Yaya Ceravieja (del Mundodisco de Pratchett) sujeta entre sus frias y rígidas manos mientras está haciendo un Préstamo.


Igual que Yaya, lo parezco, pero no estoy muerta. 

Sé que la última vez que intenté volver a este blog, hace cuatro años, no lo conseguí. Y no puedo asegurar que esta vez lo consiga. Pero en contra de lo que pasó la última vez, esta vez yo a he pisado el terreno de la comunidad pagana, y hay cosas que no digo porque los formatos actuales creo que no lo permiten. 

El mundo actual es tan aesthetic que me da un poco de miedo. Al final parece que una buena foto bien etiquetada vale mucho más que una reflexión. Que los libros se exponen por su portada y no por su contenido. Y entiendo el márketing, de verdad que sí. A mi también me gusta ver cosas bonitas. Solo que no me alimentan. 

Volver aquí implica que hay cosas que me gustaría explicar más, reflexionar más. Porque mi arte mágico son las palabras, al fin y al cabo.







14 de mayo de 2016

Volver

Como tendréis por más que comprobado, soy una persona con grandes tiempos de silencio. Me retiro cíclicamente de tanto en tanto hasta que algo me empuja de nuevo a escribir. Y la verdad es que no se si eso es bueno o no. Pero es un hecho consolidado en mi historia.
Porque yo nunca me voy. Nunca me he ido del todo. Y siempre estoy dispuesta a volver cuando así lo siento.

En esta ocasión han tirado de mi. Me han pedido un par de escritos que ni siquiera sé si podré acabar, pero que me han recordado que sigo aquí. Que sigo viva, activa y leal. Y que en realidad tengo mucha más cuerda de lo que puede parecer.

15 de abril de 2015

Humus Folclorico

En ocasiones una despierta, abre los ojos... y leer cosas que no debería.

Estamos en una era de comunicación en la que a veces es dificil que cosas puntuales de seres puntuales no te quemen las retinas. No obstante, cuando lo hacen es culpa de uno mismo. Por mirar.

Hace nada he leido una máxima ajena. Ni siquiera me la decían a mí, pero me ha calado en lo más hondo. La máxima decía: "foclore y wicca no tienen nada en común".

Vale, no soy la primera experta en wicca. Nada más lejos. Pero si soy una curiosa impenitente... y  creo que si G. Gardner levantara la cabeza hoy, volvería corriendo a su lugar de eterno descanso ante una frase así. Conmino e invoco a todos mis amigos wiccanos de todas las tradiciones para que expongan, corrijan, enmienden y amplien lo que estoy a punto de decir. Pero....

Danza Morris. Folclore inglés por el cambio de estación.

A Gardner le gustaba el folclore. Expuso y envió mucho material a la Folk Lore Society, con interés de ingresar.
Este interés por el folclore inglés forma parte integrante de su proyecto al crear la wicca como religión de la brujería, tal y como se trasciende de sus propios escritos.
Simplemente la propia rueda de las festividades, así como muchas de las actividades relacionadas a ella en muchas por no decir todas las tradiciones que conozco beben más o menos abiertamente del folclore de una u otra zona. Muy obviamente del folclore anglo-sajón y celta, aunque también del sajón, germano y nórdico por nombrar sólo los más prominentes de la europa occidental.

No voy obviamente a negar la enorme influencia en la wicca de organizaciones esotéricas como los rosacruces o la OTO e individuos como Crowley o Dione Fortune. Pero no se puede decir que esas influencias sean únicas. Al contrario.

Otras grandes influencias se encuentran en el campo de la antropología y el folclore, llevados de la mano pese a quien pese. Obras como "el culto a la brujería en europa occidental" y "El Dios de los brujos" de Murray, "La rama dorada" de Frazer y "Aradia o el evangelio de las brujas" de Leland son referentes claros para Gardner. Referentes que beben de antropología, mitología y folclore.

¿Se puede decir que esto es no tener nada en común? ¿En serio?

El folclore es el suelo fértil sobre el que descansas las modernas religiones paganas. Es humus para nuestras raices, combustible para nuestro crecimiento. Y esto incluye desde la wicca más ecléctica y new-age (y por tanto, menos wicca) hasta el reconstruccionismo más cabezón y extremo.

La verdad es que... para qué leeré.

14 de abril de 2015

Tiempos de silencio

No siempre me doy cuenta, pero soy una persona que vive con grandes tiempos de silencio. Estos tiempos pueden ser de muchas clases, y los mios suelen ser combiandos.

A veces mis tiempos de silencio responden a una reserva. El silencio se vuelve una capa protectora que me ayuda a seguir adelante cuando hay algo delicado en progreso. Porque hay muchas cosas que son como las semillas hibernantes: necesitan oscuridad, silencio y calor. Y mientras muy por encima de ellas se desarrolla el drama del invierno, mientras las aves huyen, los herbívoros padecen y el universo lucha, ellas laten silenciosas esperando otros momentos. Este tipo de silencio ayuda a concentrarse. Ayuda a volver al núcleo. A pensar en qué es lo que te resulta importante....

A veces, mis tiempos de silencio responden a la ciclotimia. Como las plantas, tengo dos pausas en mi biorritmo mental. Una invernal y otra estival. En ambas pausas me doy cuenta de que necesito pararme y respirar. Que todo el bullicio de la actividad me está confundiendo. Que a veces pierdo el norte, pierdo la raíz, y solamente me queda volver a empezar. Porque, en realidad, hay pocas cosas que sean tan agradables como volver a empezar.

Y algunas veces, aunque más de las que parece, el tiempo de silencio responde a una ruptura. Porque somos frágiles aún cuando somos más resistentes. En nuestras partes más duras, y también en las flexibles. Somos frágiles, porque aunque queramos negarlo, el viento nos dobla y nuestras ramas se parten bajo el peso de la nieve. Y es en esta fragilidad en la que necesitamos buscar el lugar oscuro y silencioso en el que recuperarnos.

Hoy, mi tiempo de silencio tiene que ver con todo lo anterior. Porque me rompo tanto como resisto. Porque necesito pausarme junto a la pausa de mi jardin. Porque necesito retirarme de batallas grandes que no son mias y centrarme en las batallas mínimas que si lo son.

Mañana, mi tiempo de silencio será por todo esto, por algo, por nada... Pero será diferente a todos los anteriores. Porque cada tiempo de silencio es un refugio único para el alma. Un capullo que se crea en necesidad, y luego no puede ser reutilizado. Y siendo único, es absolutamente hermoso.

Disfrutad de cada uno de vuestros tiempos de silencio. Valoradlos. Buscadlos cuando los necesitéis.

5 de diciembre de 2014

Maravilla

La capacidad de maravilla es una de las capacidades innatas de los seres sintientes.
Es esa emoción que ilumina desde dentro a los niños pequeños. Es lo que veo en mi hijo cada vez que  se encienden las luces de navidad, cada vez que pasamos por delante del cartel luminoso del kebab de mi pueblo. Es lo que deberíamos sentir ante cualquier evento de profundo calado emocional, aunque aparentemente sea nimio, por ejemplo, las estrellas o la puesta de sol.

La capacidad de maravilla es la base del sentimiento religioso. La maravilla nos hace creer en que puede haber algo más allá. O incluso algo más acá.  Sobre el sentimiento de maravilla se edifica la mejor parte del alma humana.

Pero aún que no creamos en nada, aun que no usemos nuestra capacidad de maravilla para impulsar nuestra espiritualidad o nuestra necesidad de entender el universo en toda en su grandeza, deberíamos aprender a observarla y a respetarla en tanto una pare central de nosotros mismos.