5 de diciembre de 2014

Maravilla

La capacidad de maravilla es una de las capacidades innatas de los seres sintientes.
Es esa emoción que ilumina desde dentro a los niños pequeños. Es lo que veo en mi hijo cada vez que  se encienden las luces de navidad, cada vez que pasamos por delante del cartel luminoso del kebab de mi pueblo. Es lo que deberíamos sentir ante cualquier evento de profundo calado emocional, aunque aparentemente sea nimio, por ejemplo, las estrellas o la puesta de sol.

La capacidad de maravilla es la base del sentimiento religioso. La maravilla nos hace creer en que puede haber algo más allá. O incluso algo más acá.  Sobre el sentimiento de maravilla se edifica la mejor parte del alma humana.

Pero aún que no creamos en nada, aun que no usemos nuestra capacidad de maravilla para impulsar nuestra espiritualidad o nuestra necesidad de entender el universo en toda en su grandeza, deberíamos aprender a observarla y a respetarla en tanto una pare central de nosotros mismos.



26 de noviembre de 2014

Folkish (o la importancia de la sangre)

La importancia de la propia sangre en el paganismo es uno de esos temas controvertidos por los que uno es amado u odiado (o ambas cosas). Uno de esos temas que es mejor no tocar para mantenernos a salvo y felices.

Y esto es así porque cuando hablamos en estos términos nos acercamos peligrosamente a lo que se entiende por un ideario racista o incluso a la vinculación con elementos políticos concretos de extrema derecha. El ejemplo más claro de esto es el caso de los paganos nórdicos que se autodenominan folkish. La sombra (y en ocasiones la acusación directa) del nazismo les persigue.

Quiero dejaros una traducción muy inexperta y de andar por casa (es decir, que tengo el libro en inglés al lado y traduzco/transcribo directamente. Traductores, perdonadme.) de la definición del termino "Heathenismo Folkish " que escribió Galina Krasskova en su libro "Exploring the Norhtern Tradition". Es una obra sencilla que a mi me aclaró muchos conceptos.
"En el limite más conservador del espectro (de los heathens), tenemos el Heathenismo Folkish . Puede que no haya otra "denominación" más controvertida que esta. En 1996, "folkish" se usaba como sinónimo de "racista", denotando a alguien que estaba a solo un paso de la Supremacía Blanca. Por fortuna esta visión reaccionaria se ha suavizado de algún modo con los años y ahora podemos ver un espectro de creencia y práctica dentro  de la comunidad Folkish.  A un nivel básico, los Heathens Folkish creen que para practicar tradiciones del norte uno debe ser Anglo/Germánico/Escandinavo o estar inculturizado en estas comunidades. Para algunos, aquellos que no sean descendientes de europeos deben formar parte de la comunidad por adopción o juramento de sangre. Para otros nada será suficiente si no eres de ascendencia ingelsa/germana/escandinava. Ponen, como los tribalistas, una gran atención en construir una comunidad heathen fuerte (mucho folkish son también tribalistas). El Heathenismo de todos modos es considerado primero y ante todo una religión ancestral. Para apreciarlo completamente, para tener un vínculo directo con los dioses nórdicos, uno debe formar parte de este legado ancestral.Muchos Heathens Folkish no se consideran a sí mismos racistas  (aunque hay un porcentaje de la comunidad que sí) pero sencillamente no comprenden por qué  alguien que no sea de ascendencia germánica buscaría honrar a los dioses gérmanicos y su cultura. Estas personas deberían ser animadas a buscar y honrar sus propios dioses indígenas."

¿Es esta una postura adecuada? Cada cual puede juzgarlo a su propia manera, claro está, aunque nunca se deba hacer pasar una reprobación más o menos velada por una duda. Lo que no puede hacerse es decir, injustamente, que folkish es por definición una ideología nazi o de extrema derecha. No obstante, si que deberíamos tener cuidado con a qué actitudes damos alas y a qué ideologías damos cobijo. No debería darse pie en los grupos folkish o no a ideologías abiertamente dañinas. Personalmente considero que la religión y la política no deberían imbricarse nunca tan estrechamente como para que la una diera sustento y amparo a la otra. Es más, en cuestiones de agresión y violación de los derechos humanos, tal vez la religión debiera siempre ser la primera en tomar un camino activo y no uno pasivo, y por tanto educar y denunciar por igual.





Pero volviendo al tema de la importancia de la propia sangre. Queda claro que mi hijo se parece a mi, y que yo me parezco a mis antepasados. No es tan solo una cuestión genética si no cultural y de educación en gran parte. Tenemos que reconocer que tenemos raíces, pasado. Negarlo y desasirnos de él es algo que podemos hacer pero lo contrario, es decir, bucear en él y aprender puede ser la base de un crecimiento posterior nos lleve a donde nos lleve.

El culto a los antepasados implica antepasados físicos, aunque pueda hacerse para algunos también con antepasados espirituales. Un antepasado es una parte de tí, una conexión directa. Un antepasado es una lección buena o mala que aprender. Tus antepasados te ligan. Hasta cierto punto.  Si provienes de una familia de locos, puedes ser un loco o ser completamente cuerdo. O incluso cualquier cosa entre medio.

Tiene sentido que si tienes un pasado, busques en él lo más adecuado para tí. Pero también tiene sentido que no lo encuentres. Lo que no tiene sentido es que nadie distinto a ti decida donde no puedes encontrar tu camino.

Seamos sinceros, este tema es más relativo en europa que en america. Aquí la diversidad es menor, pero sobre todo seguimos arraigados. No necesitamos identificar nuestra filiación de origen para diferenciarnos de otros. No necesitamos nuestra filiación origen para identificarnos a nosotros mismos.

El camino siempre es único. Puedes pisar la parte de tus ancestros o no hacerlo. Haberlo hecho antes o hacerlo en un futuro. La sangre está ahí. Siempre será un recurso. Pero no es todo lo que uno es. La sangre, como muchas otras cosas, puede conformar parte de tu todo identitario pero no definirlo por completo.

13 de noviembre de 2014

Textos Sagrados


Es complicado.

Es sumamente complicado hablar de textos sagrados dentro del paganismo. Quizás porque en realidad no tenemos. Ni tendremos nunca.

Pero empecemos por el principio. Un texto sagrado es aquel texto que o bien está escrito por lo divino o bien inspirado directamente por ello y que como tal sirve de base de fe para una religión. Esto ya nos plantea un problema a todas las tradiciones paganas. El concepto "Base de fe" es complicado. El concepto "fe" lo es más aún.  Como siempre, el uso de las palabras es al tiempo un aliado y un enemigo.

Pero dejemos a parte los problemas de concepto con todo lo relacionado con la fe. Al fin y al cabo, esa es una discusión para otro momento, si no para otro medio o para otra persona....

Los paganos no tenemos textos escritos por los Dioses, cualesquieran que sean. Sabemos que todos nuestros textos los han escrito hombres y mujeres como nosotros. Sabemos que tienen tradiciones que a veces son la misma que la nuestra, y a veces no. Y sabemos también que sus caminos son distintos a los nuestros.

Los paganos podemos aceptar la inspiración. Un texto inspirado es bello, y enseña. De hecho un texto inspirado puede ser extremadamente sagrado.... para quien ha recibido la inspiración. Un texto inspirado es, en todo caso, la expresión palpable de la hierofanía personal del autor. Un texto sagrado es la resulta de una experiencia casi mística, si no mística por completo. Por lo tanto un texto sagrado es, en parte, inefable. Esta es la contradicción básica del impulso de comunicación del místico. Y es ésta también la belleza del mismo.

Pero no, la experiencia de otro no es extrapolable. En la experiencia de otro no se aprende aquello que el otro aprendió. Del estudio de la experiencia ajena no se entresaca "la verdad". En todo caso se ve parte de otra senda, hermosa y única, que te ayude tal vez a comprender cómo es, ha sido o será la tuya.

No. No creo que tengamos textos sagrados.

4 de noviembre de 2014

¡¡¡¡Fluffy!!!!



Para mí, Fluffy es una palabra con premio.

Para empezar, Fluffy es bonito. Es peluchesco y adorable.

Para los que no conozcan el término, que asumo que son los menos, fluffy es el diminutivo popular de la expresión inglesa "flyffy bunny", que se puede traducir por conejito mullidito o conejito peludito. Altamente abrazable.

He encontrado, por cierto, otra referencia al término. Se trata de un juego de comer en el que dos o más personas se meten en la boca "nubes" (marshmallows), ganando el que más dulces consiga tener. Absurdamente dulce y posiblemente divertido hasta decir basta. Así puede llegar a ser algo fluffy.

Fluffy es una palabra que habitualmente le es adjudicada a un "otro". Un tercero, un extraño, alguien que no forma parte del grupo. Así, es una preconcepción y también un insulto. Significa que la persona de quién se dice es un ignorante de su religión (pagana, habitualmente wicca), y que todo lo que considera al respecto es bien, luz, amor.... Dicho en otras palabras... "flores, mariposas, arcoiris, plastilina". (Respecto al considerable daño cerebral que la publicidad nos ha hecho, otro día tal vez).

Fluffy es, por extensión, la forma de definir todas las cosas que son místicamente monas. Por ejemplo las nieblas plateadas y las hadas brillantes y benévolas. Todos aquellos unicornios que conceden deseos sin sacrificios. Fluffy pueden ser las melodías que se alzan del corazón a la luna. Fluffy puede ser una danza silenciosa. Fluffy puede ser entonces todo lo que es tierno en nuestra practica, creencia y forma de vida.

Sea como se mire, es una palabra de lo más graciosa. Habitualmente quien más la usa para referirse a otros, más cerca de ser lo que critica se encuentra. Porque Fluffy no es sólo un ignorante, si no uno orgulloso que ya sabe todo lo que debe y desea.

¿Existe entonces el contra-fluffy? ¿El anti-fluffy? Alguien que se concentre en lo morboso de la religión. Que sólo cuente que los dioses son duros, exigentes, ávidos, orgullosos, furiosos... Alguien que considere que sabe más que nadie y que no necesita saber más. Alguien así sería el conejo los Monty Python del paganismo.

...y podría ser muy divertido....

Hay una opción más ante el término: aquel que se autodenomina fluffy. Es una forma de quitarle hierro a la palabra. Así la palabra que era una piedra se convierte en un escudo. Cuando uno dice de sí mismo que es fluffy, dice "me gustan las hadas brillantes, los arcoiris, la luz, los unicornios...." Cuando uno dice de si mismo que es fluffy dice "tengo mucho que aprender aún". Y eso está bien. Pero a veces, cuando uno dice de si mismo que es fluffy, es una excusa para no mirar otra vez. A veces, decirse fluffy implica pervertir al pobre conejito. Decirse fluffy a veces es sinónimo de desear parecer humilde.

Yo misma digo a veces que tengo mis cosas fluffys. Al contrario que muchos otros, yo no quiero negar con ello el sentimiento reverente. No deseo que se pierda el hecho de los latidos perdidos en ocasiones importantes. No quiero negar el dolor o el sacrificio. Por que todo eso forma parte de mi religión tanto como lo que es bonito y fácilmente aceptable.

Yo no concibo ya Fluffy como un insulto. Para mí es algo descriptivo. Fluffy es tierno y dulce. Fluffy es místico en la versión bonita de la palabra. Fluffy tiene purpurina, chispitas, estrellas, velas de colores. Fluffy es una inclinación de todos los corazones a la que es saludable que nos acerquemos de tanto en tanto y en ocasiones, a menudo.

30 de octubre de 2014

Dormición

Este es el tiempo de muchas cosas.

Es la última cosecha. Es la toma de posesión de los espíritus del invierno. Es la época de los ancestros. La época del descenso.

También es la época de la dormición.

Dormición es una palabra que indica el proceso por el que las semillas de las plantas aun teniendo condiciones favorables para germinar, retrasan esa germinación. Como las semillas, a veces las cosas deben descansar bajo el suelo, en camas cálidas, y esperar su turno.

La dormición es, por lo tanto, el regreso al útero de la madre. Es la estancia en el caldero en espera de la resurrección. Dormición es trabajo subterráneo. Así la dormición es como el velar el tiempo, contemplativa, inactiva solo en apariencia.

El estado de dormición es una dulce espera que va desde que se apaga la luz hasta que nos reactivamos al sol. Algo que vivir a la luz de la vela, la estrella y la hoguera, mientras susurra el viento...


23 de octubre de 2014

... Y cuidar la Naturaleza



De pequeña me enseñaron que era bueno ser agradecida, así que antes de nada agradezco plenamente a Aerowen sus esfuerzos en su canal youtube, su blog y su ask.

Y después de esta especie de introducción extraña...

A veces, cuando lees algo en una página física o virtual, las palabras adquieren voz. Y te dan ganas de explicarle cosas a esa voz. La última vez que me pasó la voz decía que ser pagano era cuidar de la naturaleza.

Querida voz: ¿cómo cuidas la naturaleza? Dime, amada voz, ¿qué propuestas tienes?
Porque, voz, no te conozco, pero para empezar, usas por ocio un ordenador así que asumo que vives en una sociedad occidental u occidentalizada, y eso implica consumo. ¿Conoce y respeta mi querida voz las tres "r" que a mi me enseñaron en el colegio? ¿Reduces, Reutilizas, Reciclas? ¿En ese orden? ¿Has reducido hasta la inexistencia tu huella de carbono? 
Y voy más allá, querida voz... En tu amor a la naturaleza has llegado ya al insostenible punto en el que pensar en el "no dañar a nadie" te da dolor de cabeza? Porque si lo piensas en serio, tiene que dártelo. Tiene que dártelo porque sólo por el echo de estar vivo, tu cuerpo está matando virus y bacterias vivas. Para estar vivo, tienes que alimentarte de otros seres vivos ya sean animales o plantas...

Nuestra vida humana, desde el momento que es tal, daña a otros, manipula a otros y tiene un impacto en la madre naturaleza. Más aún desde el momento en el que somos seres que manipulan su entorno y generan grandes cambios en él, la orografía y la geografía (los únicos que nos van a la zaga en eso son los castores). Sí, podemos ser más o menos conscientes de nuestro impacto en el mundo, y sí, podemos y probablemente debamos trabajar para reducirlo. Pero no sabemos hacerlo sin impacto alguno. Los seres humanos han evolucionado con sus culturas. Nunca ha existido un ser humano (homo sapiens sapiens) sin ellas, y si ha existido algún niño ferino, éstos son excepciones imposibles de reproducir a escala social. Lo siento, voz mía, pero no puede ser.

Claro que como paganos podemos hacer cosas. En España, la Pagan Federation International ha hecho una campaña durante este año dirigida a que, cuando salimos a la naturaleza, nos dediquemos a limpiar la basura que encontremos. Pero esta idea es exportable a todo excursionista. ¿O es que somos más o mejores que nadie para hacer esto? ¿Somos más o mejores que nadie para cuidar de nuestro entorno? ¿Tenemos una superioridad moral por ser paganos? Por que los problemas globales son, a mi entender, responsabilidad global y por tanto de todos y cada uno de los seres humanos que viven en este planeta.

Hay más cosas que quiero decirte, amiga voz. Quiero explicarte que la naturaleza no es una enorme entidad abstracta. Que es todo y cada uno de sus concretos seres y efectos. Es un complejo sistema lleno de pequeños sistemas todos ellos preciosos, fascinantes y mágicos a su manera. Quiero decirte que cada ser de la naturaleza es un alma. Cada planta, cada piedra, cada animal. Y no me refiero solo a las flores bonitas y a los gatitos. Me refiero a las ratas y a las cucarachas, a los grandes depredadores y a los pequeños virus (hola, ebola-chan). Me refiero a las ortigas y las plantas venenosas. A todo lo que puede resultar molesto... a todas esas cosas por las cuales algún amigo pagano me ha dicho alguna vez: "Me encanta la naturaleza, pero no voy porque hay bichos". En definitiva, la naturaleza no es buena ni mala. No es cómoda. No es bonita per se. La naturaleza sólo es.

Y si, los paganos nos relacionamos con la naturaleza, porque es la base de la que surgimos. Porque de ella nos alimentamos (aunque cada vez menos). Porque de ella aprendemos mucho sobre la vida y la muerte. O deberíamos. Pero ser pagano no es sólo eso. O eso creo.

14 de octubre de 2014

Mirando al pasado

Hay algunos momentos en el camino en el que, por las vueltas y revueltas dadas, puedes mirar en la lejanía y ver claramente el pasado. En esos momentos somos casi más que nunca el caminante.

El caminante sobre un mar de niebla - Caspar David Friedrich


Como el caminante del cuadro, hemos llegado a un punto que nos permite mirar a lo lejos. Miramos abajo hacia el pasado, y el futuro, si acaso, se ve aún más lejos. Como el caminante, nos enfrentamos a la niebla que desdibuja el paisaje y le da nuevos matices. Y como el caminante, nuestra posición nos hace ver desde otro ángulo bellezas que en su momento no valoramos.

Tengo un amigo que es ahora mismo el caminante. Y como una parte de nuestro camino ha sido felizmente coincidente, me invita a estar con él en esa cúspide mirando al pasado. Él ha conseguido que mirara más lejos que nunca, y ha recuperado cosas que creía absolutamente perdidas. Y eso se lo agradezco sobremanera.

En ocasiones, un amigo así es un faro que despeja la niebla.

Mirar al pasado puede parecer un ejercicio ocioso, e incluso concupiscente si deseamos usar una palabra con tanta carga moral. Pero cuando el camino ha sido largo, como todos lo son, y hay mucho que hemos dejado atrás, no resulta vano. A veces, podemos ver quiénes fuimos. Y no nos engañemos, quienes fuimos es quienes somos hoy. Ese ayer, esa persona con toda su carga de inocencia y sus defectos, sigue en nosotros y negarla no es el mejor vehículo para seguir adelante.

Nuestros yos pasados eran tantas cosas... entre ellas algunas muy buenas. Mi yo pasado era fresca como un perfume verde. Era divertida y no pensaba en cómo le miraban los mayores. Mi yo pasado era grande, y se lo tomaba todo demasiado en serio y demasiado en broma a la vez. Mi yo pasado estaba hambrienta de experiencia y sedienta de conocimiento. Mi yo pasado quería jugar a ser mamá con los demás y de hecho, solía hacerlo... Mi yo pasado, en definitiva, tampoco estaba tan mal.

A veces, cuando uno hace un alto en el camino como éste el pasado te alcanza. Y yo he decidido abrazarlo. No es que no vaya a negar nunca más lo que fui. Es que deseo amarlo.

Y espero, que dentro de más de diez años un yo futuro del que no puedo imaginar el aspecto decida que quiere amarme a  mí.

11 de octubre de 2014

Premio Dardos, eternamente agradecida.






Hace poco Encrucijada Pagana me sorprendió agradablemente al concederme el  Premio Dardos, una forma de reconocer la labor de aquellos blogs que saben transmitir “valores personales, culturales, éticos y literarios” de forma original.  “El premio es otorgado en reconocimiento a valores personales, culturales, éticos y literarios que son transmitidos a través de una forma creativa y original mediante la escritura. La insignia fue creada con el afán de promover la hermandad entre bloggers, mostrar cariño y gratitud por añadir valor a la blogosfera”.
La nominación conlleva seguir los siguientes pasos:
1º Incluir en la entrada la imagen del premio.
2º Mencionar y enlazar al blog que nos ha elegido para optar a este premio.

3º Nominar y enlazar nuevos blogs que creamos merecen reconocimiento, y ponerles al tanto de la nominación.

Yo no soy una lectora asidua de otros blogs por razones de administración de mi tiempo, pero sí que hay unos pocos que siempre consideraré que valen la pena. Por ello son mis nominados.

1 - Silver Circle

  Blog y web, web y blog, es un compendio de reflexiones desde y sobre la tradición gadneriana con una orientación temática que podríamos llamar tangencial. Original y capaz de dar para más de una lectura por entrada.



   Original y fresco blog sobre pamaternidad al que nunca estaré suficientemente agradecida. Para aquellos que tienen criaturas, es una parada obligada.


3 - Un camino de cabras

    Un blog personal, intenso, íntimo y siempre interesante. Una perspectiva sobre la vida desde la brujería, el mito y la mística que nunca deja indiferente.

4 - La pulga snob

    Un lugar de humor gráfico inteligente y crítico. Un valor seguro.

Muchísimas gracias de nuevo a Encrucijada Pagana, sus responsables y su patrona Eris por esta manzana de oro. Y mil gracias también a mis nominados, pues son relevantes en mis días y jamás podré pagarles sus esfuerzos.



8 de octubre de 2014

Formación

Antes o después en el camino nos topamos con  la piedra de la formación. Porque nos exigen formaciones o nos ofrecen formaciones en paganismo.

Incluso a  mi me tienta, y eso que mi forma de ver el mundo implica que la auténtica formación reside en el propio camino. La formación es tentadora porque es una forma clara e inequívoca de exigir respeto. Porque somos una cultura para la cual el conocimiento viene envuelto con un lazo e impreso en un diploma.

Así, en el fondo, elegir o no una formación es una cuestión de seguridad. Queremos formarnos no tanto por el conocimiento si no por la seguridad de sabernos formados y bien formados y de poder demostrarlo en caso de que haga falta. Queremos formarnos para poder delegar parte de la responsabilidad en el formador, en la escuela. Queremos formarnos para que escuela y formador sean una garantía.

Sin embargo el tema de garantías en el ámbito pagano está muy poco establecido. Acostumbramos que las escuelas sean escuelas y que haya detrás de las mismas tanto entidades de profesionales como un control externo de calidad. Pero esto no se da y no veo cómo vaya a darse en enseñanzas sobre paganismo. No hay nada como un espacio pagano común europeo o un Plan Bolonia para el Paganismo.  Reconozcamoslo, nosotros mismos tenemos que buscarnos nuestras propias garantías, y responder por la formación que recibimos y los formadores que apoyamos
y garantizamos con nuestra fidelidad.

¿Cómo evaluar si existen garantías?

Lo primero es ver en qué se basa la formación que se recibe. Hace más de diez años existía una persona cuyo nombre no repetiré aquí que vendía un curso de wicca. Lo llamaba curso de wicca, y lo avalaba con su nombre y con un sacerdocio que yo imagino hoy era más bien supuesto en una tradición conocida pero no muy fácilmente rastreable. Hablando con él al respecto en más profundidad como interesada en recibir el curso descubrí que se trataba de lo siguiente: él te vendía un libro, más específicamente "Cómo preparar un caldero mágico" de Silver RavenWolf, por un precio que casi doblaba su valor en cualquier tienda. A cambio no sólo recibías el libro si no que podías contactar con él para resolver posibles dudas. ¿Valía la pena? Desde mi punto de vista, absolutamente no. Simplemente, era el libro más caro de la historia.
Como este caso, podemos encontrar muchos en los que lo que se ofrece en una formación no es nada que no pueda hacer un grupo de amigos un fin de semana leyendo un libro en casa.

Es una buena idea repasar los temarios de los cursos en los que nos interesamos. Puede que aunque el título prometa, después el contenido desglosado por temas resulte más que decepcionante. Tal vez lo que la persona que de la formación entienda por religión pagana no sea más que un compendio de artes adivinatorias y simbolismo. O simplemente, que no sea lo que estás buscando realmente.

Quién imparte la información es también algo a tener en cuenta. Lo bueno de llevar mucho tiempo en círculos paganos es que al final nos conocemos todos. Lo malo es que hemos conocido a demasiada gente que se acerca porque somos un mercado objetivo nunca suficientemente explotado. El hecho de que existan, siempre hayan existido y siempre vayan a existir, personajes que venden lo que haga falta a quien haga falta con tal de sacarse unas perras hoy y, si les es posible, fidelizar un cliente para el mañana con la promesa de una mayor y mejor espiritualidad hace que sea interesante conocer muy bien a los profesores, su trayectoria y forma de vida... y en definitivamente quiénes son y quiénes dicen ser.
Porque si no podemos encontrarnos recibiendo un curso de druidismo de manos de un comerciante al por menor de productos manufacturados que dice ser wicca druida y descubrir que en años no ha salido a colación jamás la palabra ogham, por ejemplo.
A la gran pregunta de si el profesor que tenemos delante está o no capacitado para enseñarnos lo que dice, es algo aún más complicado de discernir. ¿Qué capacitación considera cada uno de nosotros que es necesaria? ¿Títulos universitarios en antropología, historia, arte, literatura...? ¿Títulos de otro tipo? Y si lo son de sacerdocio, ¿de dónde provienen? ¿Tienen algún aval?


La existencia detrás de la oferta formativa de una entidad sin ánimo de lucro en lugar de un particular o una empresa no es en sí mismo una garantía de calidad, pero sí en principio una buena manera de separar rápidamente a una gran cantidad de timadores.

Cuando la formación ofrecida viene de mano de una tradición concreta que puede rastrearse, ya sea legalmente porque se trata de una entidad religiosa registrada o a través de un linaje, existen ciertas garantías. No de que la formación sea lo que estás buscando, pero sí que es realmente lo que esa tradición concibe, entiende y transmite. Dentro del mar de inseguridad que es formarse en paganismo, eso ya puede valer algo.

Pagar o no pagar.

Esa es la cuestión, al final. Cuando pagamos por la formación, estamos manteniendo estructuras y formadores, o al menos, ayudando a ello. Si no hay estructuras, es decir, asociaciones culturales o religiosas en las que se ofrece la formación, lo que hacemos es mantener al profesor. Cuando hacemos esto, estamos dejando un espacio en el que caben tanto personas honestas como timadores. Y a veces cribar grano de paja resulta arduo.

Conozco personas que compran formación, y pagan con gusto porque consideran que la persona que les atiende merece una retribución. Y estoy de acuerdo. Las personas merecen ser retribuidas. De lo que no estoy segura es de que esta retribución deba ser dineraria.
Como ya he dicho, no tenemos estructuras. No somos una única gran y fuerte comunidad tal que pueda tener personas que se mantengan y mantengan a sus familias con lo que todos los demás aportamos, así que veo difícil que podamos tener profesionales en formarnos. Por lo tanto, igual deberíamos pagarles en otra moneda, ya que no podemos profesionalizarlos. Tal vez en cariño y respeto.

El otro día vi un vídeo a este respecto, centrado en wicca pero aplicable. En él, se decía que una buena razón para pagar es que lo que es gratis no se valora. Esta era la política que seguíamos en mi instituto con respecto a la revista que escribíamos como extraescolar un grupo de alumnos. La vendíamos a un precio simbólico porque con los años nos habíamos dado cuenta de que cuando la regalábamos el patio quedaba lleno de revistas tiradas y rotas. Esto es muy cierto con mi revista del instituto, pero no creo que sea tan cierto con la formación en paganismo. Cuando eres pagano y te quieres formar tú buscas el curso y al profesor, éstos no vienen a la puerta de tu clase con un par de críos de otra clase. El interés en el curso se presupone, y con él, el compromiso. Y los pormenores de este compromiso deberían quedar claros desde un primer momento, tanto por parte del formador como de aquel que desea ser formado.

Yo soy básicamente una autodidacta. Si he recibido cursos, hoy día no pagaría por ninguno de ellos. De ellos he sacado habitualmente cosas diferentes a las que los formadores quisieron impartir. Y creo que he aprendido siempre más de quienes en libertad me han retado, cuestionado y compartido como caminantes que se cruzan fortuitamente en su camino que de los vendedores de mapas. Y aún así se apreciar la belleza de los mapas y entiendo a quienes se sienten inseguros si no los tienen.

Yo no cobraría. Como persona religiosa, mi punto de vista es que vender por entero o por partes mi religiosidad es similar a vender por entero o por partes mi cuerpo.

3 de octubre de 2014

Mirando al cielo

Total lunar eclipse por Donovan Conway


Yo miro al cielo, a ratos. Lo miro sin lupa ni lente. Lo miro como lo habría hecho cualquiera de mis antepasados. Como ellos, lo que veo en el cielo un día despejado es, primero, el sol y la luna. Después, las estrellas. Tanto las fijas como las errantes. Sobre todo las errantes: cambiantes y hermosas joyas maestras.

El mio es un pueblo que no honra en demasía a las estrellas. Mi pueblo es más de la tierra que de los cielos. Con pocas excepciones, no nos hemos destacado nunca en las cosas que no producen. Las miramos, les dimos nombres. Pero no las vimos como influencia sobre nosotros. Por eso, no hay una astrología para mi.

El estudio de las estrellas es algo que viene de antiguo, y que se ha visto modificado por el paso de los años. Nació como muchas cosas populares hoy en día en el extremo oriental de la mediterranea y se desarrolló en las culturas más avanzadas de sus respectivos tiempos, tomando rasgos de filosofía y religión. Sólo por eso es una materia de estudio curiosa e interesante. Esta impregnada del pensamiento simbólico de muchas culturas y muchas épocas. Pero sencillamente no es para mi.

Mis antepasados eran gentes sencillas, y yo también procuro serlo. Además, soy una persona que cree en aquello que ve.
Por eso celebro lo que veo cuando miro al cielo.
Un eclipse que no puedo ver, es un eclipse que no existe. Un planeta que no veo es uno que no me ve a mí.


23 de septiembre de 2014

Orgullo

No estoy orgullosa de ser pagana. Hay días que incluso me pregunto si soy pagana. Quiero decir, aún tenemos tantos problemas de definición....

No estoy orgullosa de ser pagana igual que no estoy orgullosa de ser blanca, de ser mujer, o incluso de ser madre. No estoy orgullosa de ser cosas que me son connaturales. Tampoco de ser aquellas cosas que he decidido ser por coherencia interna.

Por eso no entiendo el orgullo que se celebra un día al año.

Entiendo que se trata de visibilización. Tal vez de normalización, aunque no sé como la demostración pública y notoria de las características más chillonas de nuestros movimientos pueden normalizarnos. La normalización es un camino que debe andarse día a día y de una forma... bueno, normal.

Pero sobre todo, hay algo en el orgullo que me da miedo. Porque el orgullo define una enorme cantidad de la parte alta del espectro de la autoestima.
Es orgullo cuando te sientes bien contigo mismo. Es orgullo cuando valoras cuanto tienes o cuanto has conseguido en su justa medida. Pero también es orgullo el hibris. Lo es la soberbia. El estimarse en más de lo que uno vale y dar por sentado una capacidad que no se tiene.

Y entonces uno se convierte en Icaro. Como él, vuela demasiado alto y termina irremediablemente cayendo por su propio error.

La caida de Ícaro - Jacobo Pedro Gowy

21 de septiembre de 2014

Dispersión

Hormiga reina alada. La génesis de un nuevo comienzo.

Al contrario de para muchos, que consideran ésta la época de la reflexión, para mí esta es la época de la dispersión.

Es la época en la que las nuevas simientes vuelan, después de la pausa estival. Llegan a mis calles algunas de las más valientes langostas del sur, buscando nueva tierra. Mis cielos se llenan de hormigas aladas.

Toda la naturaleza a mi alrededor está entrando en  un proceso de grandes labores. Buscando una forma de volver a empezar, de hundirse en el seno de la tierra y construir.

Sí, es tiempo de irse resguardando. De ir volviendo a casa. Pero no es el la hora de la lenta reflexión, si no de la expansión. De ocupar largo tiempo con mil tareas. Tareas largas o cortas, fútiles o esenciales. Tareas en comunidad, tareas de elaboración y de creación. Ahora, antes de que sea tarde.

17 de septiembre de 2014

El camino que gira sobre sí mismo

El camino que gira sobres sí mismo no es necesariamente un extraño camino retorcido.

El camino que gira sobre si mismo es parte del ciclo del caminante. De dentro a fuera o de fuera adentro, caminar significa volver la vista y darse cuenta de que estamos en un punto que ya hemos estado. Por eso usamos la rueda como símbolo del viaje eterno, y la espiral como signo del viaje en evolución. Porque una espiral no es si no una rueda en la que en el mismo punto horizontal o punto de ciclo vemos todo desde una altura diferente. Todo se repite y al tiempo todo cambia. Eso nos dice la espiral.



Como todo símbolo, la rueda y la espiral expresan una idea, y no la realidad de cada tortuosa curva del camino. No expresa la añoranza del volver ni la imposibilidad de hacerlo. No nos dice cuan pequeños nos han quedado los zapatos que vestimos siendo más jóvenes. Sólo lo sabremos si intentamos volver a ponernos en esos zapatos.

Del mismo modo, la rueda y la espiral no pueden explicarnos cómo nos sentiremos cuando al volver veamos las cosas aparcadas al lado del camino. Aquellas cosas que ayer nos parecían poco más que barro y que ahora vemos fértiles. Aquellas cosas cuya fuerza o belleza no pudimos entender entonces. Aquellas cosas que cayeron de nuestras manos sin darnos cuenta. Y también aquello que surgió de nuestras huellas y que otros han tomado por nosotros.

El camino avanza, con sus giros y requiebros, y no siempre podemos ver la espiral y el ciclo con claridad. Pero cuando podemos al fin verlo, es necesario para el caminante pararse a respirar un segundo y hacer balance. Y en su caso, recuperar o dejar correr según convenga la herencia que nosotros mismos nos hemos dejado.

8 de septiembre de 2014

El árbol de los amigos

Hace muy poco fui a una ceremonia preciosa, un enlace de un familiar lejano. En ella se leyó el siguiente texto, que suele decirse que pertenece a Borjes, cosa de la que no estoy segura, pero que circula por internet.  No lo conocía, y me pareció hermoso y dada mi historia, lleno de nostalgia.

El árbol de los amigos


Existen personas en nuestras vidas que nos hacen felices
por la simple casualidad de haberse cruzado en nuestro camino.
Algunas recorren el camino a nuestro lado, viendo muchas lunas pasar,
mas otras apenas vemos entre un paso y otro.
A todas las llamamos amigos y hay muchas clases de ellos.

Tal vez cada hoja de un árbol caracteriza uno de nuestros amigos.
El primero que nace del brote es nuestro amigo papá y nuestra amiga mamá,
que nos muestra lo que es la vida.
Después vienen los amigos hermanos,
con quienes dividimos nuestro espacio para que puedan florecer como nosotros.
Pasamos a conocer a toda la familia de hojas a quienes respetamos y deseamos el bien.

Mas el destino nos presenta a otros amigos,
los cuales no sabíamos que irían a cruzarse en nuestro camino.
A muchos de ellos los denominamos amigos del alma, de corazón.
Son sinceros, son verdaderos.
Saben cuando no estamos bien, saben lo que nos hace feliz.

Y a veces uno de esos amigos del alma estalla en nuestro corazón
y entonces es llamado un amigo enamorado.
Ese da brillo a nuestros ojos, música a nuestros labios, saltos a nuestros pies.
Mas también hay de aquellos amigos por un tiempo,
tal vez unas vacaciones o unos días o unas horas.
Ellos acostumbran a colocar muchas sonrisas en nuestro rostro,
durante el tiempo que estamos cerca.

Hablando de cerca, no podemos olvidar a amigos distantes,
aquellos que están en la punta de las ramas
y que cuando el viento sopla siempre aparecen entre una hoja y otra.
El tiempo pasa, el verano se va, el otoño se aproxima y perdemos algunas de nuestras hojas,
algunas nacen en otro verano y otras permanecen por muchas estaciones.
Pero lo que nos deja más felices es que las que cayeron continúan cerca,
alimentando nuestra raíz con alegría.
Son recuerdos de momentos maravillosos de cuando se cruzaron en nuestro camino.

Te deseo, hoja de mi árbol, paz, amor, salud, suerte y prosperidad.
Simplemente porque cada persona que pasa en nuestra vida es única.
Siempre deja un poco de sí y se lleva un poco de nosotros.

Habrá los que se llevarán mucho,
pero no habrán de los que no nos dejarán nada.
Esta es la mayor responsabilidad de nuestra vida
y la prueba evidente de que dos almas no se encuentran por casualidad.



Soy una persona de invierno, por muchas razones. Soy menos exuberante de lo que me gustaría. Mis hojas son escasas y caen con prontitud. Y hasta ahora, no se me había ocurrido agradecerles a esas hojas caidas lo mucho que me han nutrido.
Hojas, teneís muchos nombres. Y algunas de vosotras puede incluso que leais esto. Si es así, sabed que os doy las gracias. Por las sonrisas y la luz, pero también por la sangre y las lágrimas. Porque todo hace crecer.

3 de agosto de 2014

No soy un guerrero

No soy un guerrero. No es una gran novedad.

No soy un guerrero. No quiere decir que no sepa lo que es luchar por las cosas.
No soy un guerrero. No vivo preparándome para la batalla, ni aspirando a la victoria. Mi día a día es trabajo por debajo y a ras de suelo. Mis metas no conllevan reconocimiento.
No soy un guerrero. No entiendo las relaciones como confrontación ni como vasallaje. No necesito de la confianza ferrea de mis pares. No veo a los demás como aliados ni como enemigos.

Un guerrero es una persona que trabaja duramente para dar todo de si y superar las batallas. Es una persona que reacciona, empuja, sacrifica. Todo con un propósito. Ser un guerrero es toda una filosofía de vida.

Yo soy una persona que trabaja para ser. No sacrifico si no es necesario. No empujo siempre que puedo no empujar. La vida me ha enseñado a dar un paso atrás antes de dar tres adelante.

No creo que nunca me veáis empuñar una espada.

No, no rechazo a aquellos que sí las manejan. No hago de menos a aquellos que sí son guerreros.

Pero ser guerrero no es el único camino. Ser guerrero no es necesario. Ser guerrero no es obligatorio.

10 de julio de 2014

De nostalgia




De la muchas cosas cíclicas de mi vida, la nostalgia es una que ya forma parte del propio carácter de una.
Vuelvo a ella cada año al menos una vez. Y aunque suene extraño, el volver al volver es una parte del camino hacia adelante.

Yo tengo nostalgia de mi ciudad. De los días brillantes en los que aprendía a ser un poco yo misma. Y tengo la suerte de que el mundo me lo recuerde regularmente. Volviendo a esa época puedo dar puntapiés (pequeñitos, por si acaso) a los ladrillos que cimientan quien soy y quién he sido. Allí, dónde todo el mundo parece creer saberlo todo y donde yo tenía mil y dos rincones secretos.

Tengo nostalgia del tiempo pasado donde cada nuevo conocido era un amigo de toda la vida. Aunque luego resultase todo rematadamente mal. Porque ese tiempo me recuerda que tenía y tengo la capacidad de confiar y querer a todo el mundo.

Tengo nostalgia de aquellos tiempos en los que creía que mi camino era común a muchos, en el que veía posible tener alumnos, maestros y hermanos. Tiempos de inocencia y enorme aprendizaje. Tiempos que son un poso en el fondo del lago personal. Mi nostalgia revuelve ese fondo, a veces. Y a veces el agua se enturbia un rato. Pero sólo así se consigue ver realmente claro. Es tan fácil olvidar...

Porque volver a volver, la excusa de la nostalgia, puede ser un paso lento que se afianza. Puede significar asegurarse.

11 de junio de 2014

Hijos únicos



A veces tengo la sensación de que a mi alrededor hay un número incontable de hijos únicos.

No lo digo por que seamos una pequeña colección de bastardos egoistas, incapaces de compartir o pensar en el otro. No lo digo porque necesitemos atención exclusiva y a ser posible de tipo  "adoración babeante"... Ya se sabe, esos defectos que se les suele achacar a los hijos únicos.

Lo digo por esa manía de llamar a los demás "hermanos".

No sé exactamente dónde enraíza esa manía. No sé si es un complejo pentecostal o una traducción del "bro'" americano (en pla "bro code" de Cómo Conocí a Vuestra Madre)... Pero ni somos "hermanos a la luz de Dios", ni somos "super-mega-colegas".

Y no estoy diciendo que no os quiera.



No somos hermanos a la luz de Dios. Ni hermanos en "el Arte". No somos hijos de un mismo principio. Somos personas racionales. O más menos. Independientes. Con nuestras propias raíces y nuestros propios pensamientos. Caminamos nuestras propias sendas, que nada tienen que ver realmente con las de otros.
No somos iguales, ni vamos a un mismo fin. No creemos lo mismo, no amamos lo mismo. No sentimos lo mismo.

No somos Super-mega-colegas. Y digo "super-mega" porque un colega es un amigo, tal vez, pero en principio es una persona que se ha educado en un mismo colegio o que comparte una profesión...  Todos tenemos amigos. Algunos más, otros menos. Y eso es algo hermoso y especial por si mismo. Un amigo es un hilo de color que borda la urdimbre de la vida. Como él, puede estar, ir o venir. Puede desaparecer para no volver nunca o volver como si no hubiera pasado nada.

Pero un hermano... Un hermano no se elige. Está en tu vida sea como sea y hagáis lo que hagáis. Es esa persona que siempre será un referente, os llevéis cómo os llevéis. Si es el mayor, será aquel en el que fijaste tus metas. Si es el menor,  será aquel cuyas oportunidades envidiaste.
De un hermano te preocupas, aunque no quieras hacerlo. Aunque lo repudies, jamás lo abandonas.

Con un hermano nunca te llevas del todo bien. Un hermano te ha insultado y pegado, te ha robado y se ha reído de ti. Y viceversa. Y aunque jamás lo perdones, sabes que estaba perdonado antes de hacer nada. Un hermano también te ha cuidado y protegido, aunque sea a su manera.

Un hermano no tiene que demostrar que es tu hermano. Uno no se gana el título de hermano. Se es, o no se es.

Yo tengo muchísimos saludados, bastantes conocidos, algunos amigos. Pero hermanos... de esos si que hay muy muy pocos.



8 de junio de 2014

En la diferencia


Tengo un amigo. Eso ya es decir mucho.
Tengo un amigo que vive parte de su vida en la carretera. Su vida es un viaje. Como la de todos, sólo que con mayor variedad de paisajes. A veces, me pinta una postal de lo que ha visto y me invita a compartir el viaje a nuestra manera. Porque en este sentido él es viento y yo soy roca.

Mi amigo y yo somos... diferentes. Mucho, en realidad. Incluso puedo decir que con el tiempo nos hemos ido haciendo más diferentes aún. Y eso me gusta. Porque a veces, él abre una ventana que enriquece mi mundo. O al menos, que lo ventila.

Hace algún tiempo que mi amigo viaja conociendo paganos y comunidades en el extranjero. Y cuando vuelve, me cuenta aquello que sabe que me hubiese gustado ver. Un día, entre el relato, me dijo: ·"Es curioso cómo puede ser tan acogedor estar fuera, cuando la gente te saluda y te saluda de verdad. Cunado les hablas y te escuchan de verdad, porque tienen auténtico interés. Cuando te miran sinceramente y te transmiten que sí quieren conocerte y sí quieren saber cuales son tus diferencias. Porque tus diferencias te hacen único e interesante." Se refería a una comunidad pagana.



Comentamos, y no sin razón, que eso hoy día es muy difícil encontrarlo en la península. Lo común es que la gente te diga "es que te centras en la diferencia". Y para ellos, eso es algo malo. Es el comportamiento políticamente incorrecto.

Entiendo que somos jóvenes, y nos gusta la unidad. Ser apreciados. Ser parte del grupo. Estar en el endogrupo y no dar pie a estar en el exogrupo. Lo entiendo.

Pero las semejanzas entre nosotros son limitadas. Algunas incluso son sólo semejanzas cuando somos superficiales. Las diferencias, por el contrario, son tan variadas como la propia vida. En ellas se puede profundizar. Con ellas se puede reflexionar. A través de ellas se puede crecer.

¿Qué nos falta para disfrutar de la diferencia?

4 de junio de 2014

Sagrado




Aquellas personas consideradas religiosas, o al menos aquellas que deberían serlo, están en la perpetua búsqueda de lo sagrado.
¿Qué es lo sagrado? ¿Qué hace a lo sagrado algo sagrado? ¿Es la cualidad de sagrado algo objetivo?

Sagrado y profano es una dicotomía básica, como frío y calor, noche y día. Todo lo que no es sagrado es profano, es decir, es común. Lo sagrado es pues lo especial y lo específico. Sagrado es todo aquello a través de lo cual el ser humano toma consciencia de lo divino, indistintamente de cómo se entienda lo divino.

Al final, sagrado es una hierofanía en si misma (la expresión de lo divino en el mundo). Como tal, cualquier cosa puede ser susceptible de ser sagrado. Lugares, direcciones, tiempos... todos ellos pueden ser susceptibles de ser sagrados.

Hemos heredado muchas cosas sagradas. Piedras, árboles, manantiales... Todo ello expresión de lo divino para un grupo de personas en un momento. Podemos aceptar esa sacralidad o podemos rechazarla. Podemos respetar el sentimiento sagrado de otro o no hacerlo. Porque lo sagrado es sagrado para quien observa y acepta la hierofanía.
Los atentados contra lugares sagrados, desde iglesias y cementerios hasta piedras rúnicas y megalitos, son la muestra de la capacidad humana para generar lo sagrado y lo profano. Profanar sagrado no es un acto malvado si no solamente impío (es decir, que va en contra de lo divino que es representado por lo que se profana).

Pues, qué aceptamos y qué respetamos como sagrado es al final una elección personal que debería hacerse de la mano de la experiencia y del respeto.


3 de junio de 2014

Endogamia

Existe una endogamia de pensamiento. Es igual que la endogamia genética que todos conocemos, igual de negativa y más común.

La endogamia de pensamiento se produce cuando un grupo de personas que se quieren bien entre sí se cierran a las aportaciones de pensamientos que les son desconocidos o incómodos, bien por decisión o bien por una tendencia natural del ser humano a permanecer siempre en la propia zona de confort.
Lo más extraño es que también se produce de forma individual, cuando una persona se aferra al detalle o a la forma para obviar la entrada de pensamientos distintos.

La endogamia genética lleva a la aparición de rasgos recesivos y de defectos debidos a la degradación del ADN. La endogamia del pensamiento lleva a la congratulación de uno mismo, la obcecación en los propios conceptos y el estancamiento.

Pero la endogamia de pensamiento, al contrario que la endogamia genética, nos gusta. Nos gusta estar confortables. Nos gusta congratularnos. No nos gusta replantearnos las cosas, ni que nos reten.

Odiamos discutir. Consideramos que discutir es pelear, que estar en desacuerdo implica odio y violencia. No imaginamos una discusión en la que lo importante sean los conceptos y no las personas que hablan, donde nada sea personal.

Pero no aceptar las ideas de otros es bueno, se puede responder a esto.
Si, es cierto. Pero, igual que con la genética de masas, dejar entrar ideas nuevas no implica aceptarlas e integrarlas. Hay genes nuevos que no resultan una ventaja. Hay ideas nuevas que no pueden ser imbricadas en el tejido del propio pensamiento. Y es sano que esto ocurra así. Esas nuevas entradas de pensamiento no dejarán descendientes viables. Sin embargo, dejarán abierta la puerta para pensamientos que si nos ayuden a seguir.




23 de mayo de 2014

Distancia

Hace mucho tiempo empecé un camino.

Todo en esta vida es un camino. Este blog lo es y lo era, la propia vida es un gran camino sin final ni apeadero.

Yo me refiero a un camino en concreto. Uno extraño. Un camino a través del cual hice muchas cosas, y experimenté muchas cosas. Cosas que son y no son iguales a las de tantos otros. Cosas a través de las que he aprendido que la igualdad entre las percepciones es una ilusión a la que nos aferramos para no sentir la distancia.

Porque aunque a través del camino podemos experimentar la falta de barreras y la unidad, lo cierto es que vivimos en distancia. Únicos. Aislados.
Nos acercamos aquí y allí a quienes nos parecen conocidos y similares. Pero la distancia continúa.

Vivimos obsesionados con la hermandad, la unidad, la completitud. Con el todo y la trascendencia que el todo conlleva. Buscamos caminos ascendentes. Pero lo cierto es que debemos bajar.

En mi extraño camino, pasé por experiencias que me hicieron cambiar el punto de vista sobre lo que conocía como la realidad. Mi mente pudo ser unos centímetros más alta, observar unos palmos por detrás de mi hombro. La distancia es algo orgánico, cuando se camina.


20 de marzo de 2014

Fresa

La semana pasada planté fresas en mi jardín. Una pequeña estupidez para romper el silencio.

Me gusta saber que estas fresas han decidido quedarse conmigo. Podría no haber sido así. Muchas veces las plantas y yo "no conectamos". Además de quedarse conmigo, han decidido que es primavera. Con lo cual, han florecido.

Para muchos una cosa así no significará gran cosa. Pero a mi me gustan las cosas pequeñas, y las pequeñas lecciones.

Hace ya algún tiempo que estamos en tiempo de fresas. Es posible encontrarlas a precios razonables y llegadas de localizaciones cercanas. La gente las está comiendo desde hace algún tiempo. Sin embargo, mis fresas comienzan a florecer ahora. No son solo un hola de la estación, si no un reflejo de mí misma. Que puede que no esté floreciendo, pero sí emergiendo un poco.

Mi jardín es un lugar para aprender esas tonterías que luego son difíciles de comentar (además de un lugar donde colgar la ropa, todo sea dicho). Por eso hay plantas distintas, muchas elegidas por casualidad. Porque aquello en lo que no sueles pensar es posiblemente lo que te puede dar lo que necesitas.

Esta vez son las fresas. No sé demasiado de ellas. Poco además de que su lema personal parece ser "resiste y crece". Lo cual no es una mala lección, para empezar.

24 de febrero de 2014

La pérdida

La vida tiene una constante que no puede ser esquivada por mucho que nos concentremos en obviarla y olvidarla: acaba en muerte, en pérdida.

Culturalmente hemos olvidado la pérdida. Vivimos ganando, considerando que lo único que puede hacerse es crecer, tener más, ser más. Apartamos a las personas que no crecen, a lo que se hace decrépito. Apartamos a nuestros ancianos, a nuestros enfermos y a aquellos que "pierden". Es más, hacemos que se aparten a sí mismos. Es triste, pero es como funciona la cultura en la que hemos crecido.

Por todo ello, no estamos acostumbrados a perder. Y sin embargo la pérdida nos llega una y otra vez. Podemos perder un trabajo, una relación, un ser querido... y normalmente no estamos listos para reaccionar a ello.

Normalmente se dice que todo proceso de pérdida requiere un duelo, que consta de cinco fases: negación, ira (en ocasiones indiferencia), negociación, dolor emocional y aceptación. Pasamos por esas fases con la ayuda de las herramientas que tenemos: nuestra personalidad y capacidad de resilencia, nuestras experiencias anteriores y nuestras creencias.

Hasta cierto punto es labor de cada tradición religiosa el ayudarnos, si no con apoyo externo al menos con el apoyo de la propia creencia, a superar los traumas de la pérdida. Como paganos, somos vitalistas y al tiempo rendimos culto a los ancianos y la propia muerte. Al menos, lo hacemos en teoría. Supongo que no somos en este país un grupo lo suficientemente mayor o lo suficientemente grande como para tener una experiencia amplia y real a este respecto. Lo cierto es que creo que no estamos acostumbrados a enfocar la pérdida. Al menos aún no.


En mi caso, acabo de perder un bebé. Ya llevaba un tiempo embarazada y tenía mucha ilusión por tenerlo, pero la situación ha sido como ha sido, y no había más opciones. Cuando se lo dije a algunos de mis allegados sus comentarios de ánimo incluían cosas como: "es el destino", "los dioses te están diciendo algo" o "los dioses son sabios, eso es que no era el momento" e incluso "ahora tu bebé está esperando el momento para nacer de ti, tu tranquila". Entiendo que era la forma de ayudarme que ellos tenían. Y lo agradezco. Pero para mí, esas palabras están tan vacías como otras que puedan venir de otras religiones. Sencillamente, tengo unas creencias que no coinciden con las que la mayor parte de la gente (incluyendo amigos muy íntimos) creen.

Sinceramente, creo que el bebé que he perdido no era mío. No aún. Era tal vez una promesa, pero no algo tenido. Y en mi creencia, esa diferencia tiene una gran importancia. Sí. Tengo las manos vacías y es algo triste. Pero estas manos vacías están dispuestas para llenarse más pronto o más tarde. Y mientas tanto, listas para ocuparse en los menesteres que se me ocurra.

Perder es un proceso que ocurre constantemente, en la sombra. Y también lo es recuperarse. Ambas cosas son relevantes hitos personales y espirituales que conviene tener presentes.

7 de febrero de 2014

Compasión

Una breve nota personal.

A todos nos tocan momentos altos y bajos en la vida. A veces, más de las que creemos, vivimos pruebas. En algunas ocasiones son duras pruebas que según creo nos preparan para momentos de felicidad venideros. Pero mientras tanto, son tragedias.

Cuando encontréis a alguien que está pasando por una tragedia, sentiréis compasión. Probablemente, esa persona se merece vuestra compasión. Pero antes de lanzaros a ello, preguntaros si esa persona necesita vuestra compasión.

Porque la compasión puede llegar a ser un veneno para los demás. Un veneno para nosotros mismos. Como un medicamento, puede ayudar o puede matar. Así que pensad en la diferencia entre dejar claro que os importa, y llenar la vida de otro de compasión bienintencionada.

4 de febrero de 2014

Comunidad

Este no es un post amable. Lo aviso de antemano, por si alguien quiere desistir de leer antes de nada.

Comunidad pagana española es algo que todos deseamos de alguna manera... y que algunos sabemos que no existe. Al menos, de momento. Lo que hay son muchas personas sueltas, con relaciones personales más o menos complicadas u armoniosas. Lo que hay es una dinámica social basada la mayor parte de las veces en el conflicto y la necesidad personal de estar por encima de otro.  Lo que hay es muchas personas que, aunque no nos guste reconocerlo, somos (sí, somos) inseguros, inmaduros y necesitados.

¿Por qué es tan dificil llevarnos bien? En parte por que tenemos los defectos antes mencionados, en parte por otras cuestiones.

Individualismo.

Somos individualistas. Hemos crecido en una sociedad individualista, donde aprovecharse de los demás o depreciar a los demás es la forma normalizada de comportamiento y desarrollo dentro de la misma sociedad. Y aunque nos llenemos la boca con que nuestras tradiciones vienen de culturas que no eran así, con que somos asamblearios, igualitarios, etc... seguimos siendo occidentales modernos. No nos gusta reconocerlo. No queremos verlo cuando ponemos por delante nuestro idealismo ante la realidad.

Vivimos inmersos en un lenguaje del yo. Yo pienso, yo deseo, yo quiero, yo busco. Es una característica muy humana, porque aunque somos sociales, también estamos diseñados para buscar la ventaja individual. Así que olvidamos que la ventaja de grupo puede ser la mayor baza que tenemos.

Expectativas.

Somos seres sociales que buscan comprensión. Incluso siendo individualistas, buscamos que nos acepten, comprendan y quieran como el aire que respiramos. Lo normal es que entremos en contacto con otros paganos y digamos: "¡Bien! ¡Al fin gente como yo!". Y nos molesta que esto no sea cierto.

Esperamos de otros paganos todas  las buenas características que desariamos tener nosotros, y además alguna extra que sabemos que no tenemos. Queremos que todo sea comprensión, paz, armonía...

La realidad es que los paganos somos personas. Tenemos luces y sombras. Y somos muy distintos entre nosotros, no sólo en lo que creemos y hacemos, si no en quiénes y como somos. Es una base para llevarse bien aceptar que las diferencias existen, y que no necesitamos que dejen de existir. No hay mayor fuente de conflicto que una voluntad intentando cambiar a otra.

Trabajo social.

España es un país en el que el voluntariado de base, el trabajo social y comunal de las distintas iglesias y la labor silenciosa en pro de toda la sociedad no enraiza muy bien. Los que se dedican a estas cosas efectuan sus programas en gran parte mirando que los recursos que tienen salgan de la administración pública. Es como está configurado el país, y es como está configurada la gente.
Hay países en los que si se quiere sacar adelante un programa de ayuda social, más vale recurrir a una iglesia fuerte que se vuelque en las necesidades de proximidad. España no es así. Y por eso nos cuesta tanto pensar en que la comunidad pagana debería ser un soporte, una red de ayuda etc.
Pero si quieres una comunidad, lo que necesitas es trabajo en grupo, devolviendo a la sociedad, o mejorandola. Si quieres una comunidad necesitas ayuda mutua. Y mientras no podamos hacer esto, aunque entre nosotros haya mucha gente maravillosa, de ese tipo al que no le importa llegar tarde al médico o al trabajo por hacer un pequeño favor a un desconocido que lo necesita, no podremos construir realmente comunidad.

26 de enero de 2014

Explicaciones

Durante mucho tiempo he estado intensamente involucrada en el proceso de "volver a lo básico y dar explicaciones". Es una tendencia casi connatural a todos los humanos (y por tanto, seres sociales) que están metidos en algún movimiento poco conocido o reconocido por la sociedad en la que viven. Por ejemplo, si sois o tenéis amigos veganos sabréis que los veganos están fritos de explicar por qué son veganos y en qué consiste el veganismo a todo pichichi viviente. A los paganos nos pasa lo mismo. Pero más.

Los paganos somos variados. Un puñado de paganos es como una bolsa de "Grajeas Bertie Botts de todos los sabores". Así que no sólo tendemos a explicarnos a los que no saben qué es el paganismo, si no a los demás paganos y finamente, a nosotros mismos. Si nos dejamos arrastrar, puede ser un proceso interminable que concatene explicación tras explicación y nos deje en lo más básico, en lo más entendible por los demás. Una forma de no tomar la espiral, si no volver al círculo y seguir dando vueltas en un tiovivo de palabras que ni siquiera son nuestras de todos modos.


Algunos de nosotros, hemos salido disparados del tiovivo. Por una razón o por otra, hemos querido frenar cuando el tiovivo aún rodaba, y hemos llegado al silencio y la evasiva. Por que llega un momento en el que explicarse es lo más difícil de todo. Aún con personas que sabes que es altamente probable que acepten y entiendan lo que puedes decir, porque son una grajea tan amarilla como tú... aunque siempre puede ser que ellos sean plátano y tú seas cera de oídos. Así que te callas. O dices que no haces nada, que sólo haces tus cosas y ya está. Por que en el fondo lo que ocurre es que estás cansado de volver a lo básico, de pisar el mismo terreno de nuevo de un modo que ya has hecho antes. Porque sabes que las palabras ya no tienen sentido.
Lo gracioso de esto, es que si hicieran una caja de grajeas sólo con gente que dice eso... seguirías siendo de todos los sabores.

Creo sinceramente que, en el fondo, y a poco que hayamos pasado algún tiempo caminando en la espiral, los paganos somos místicos. Todos nosotros. Por eso sonrío cuando alguien usa las palabras "vivencial" o "iniciático", o incluso "experiencial". Porque viene a decir "yo he vivido lo que he vivido y esa es mi realidad, que no te puedo traspasar a ti, y que no puedes esperar que te sea traspasada". Somos personas que amamos las palabras, pero que sabemos que se nos quedan cortas. Personas que sabemos que jamás podremos dejar de ocultar un sabor sorpresa y que sólo podemos dar una ligera pista con algún color, a veces.

9 de enero de 2014

Perrería

Declaración de intenciones respecto al post: Pretendo hacer una pequeña aclaración con respecto al post anterior. He recibido algunos comentarios en los que me decían que esta bien que demos importancia a una senda más material, pero que tampoco podemos atascarnos en lo material.

Bien, yo no quería decir que nos atascasemos en lo material. Si no que hay espiritualidad en cosas que no se suelen considerar espirituales. Podemos ver y trabajar espiritualidad haciendo cupcakes, o haciendo la comida cada día. Podemos ver y trabajar espiritualidad limpiando la casa o cuidando a nuestros mayores. Yo por lo que quiero abogar es por una forma de ver la vida más espiritual y por una forma más vital de ver lo espiritual. Lo que no quería defender y no defiendo es la perrería.

Me explico: soy una persona que se considera a sí misma algo indolente. O en otras palabras, me considero vaga. Eso no es algo bonito que reseñar de mi misma, pero es la verdad. Sin embargo, la vagancia no nos lleva nunca a ninguna parte. Es un estado no-constructivo, en el cual sólo le se puede quedar igual o decaer. Y a veces, decaer es la tendencia natural. Es necesario pasar por procesos de vagancia, de descanso. Es necesario que haya hibernaciones. Pero nuestros inviernos no pueden durar eones.

Cada actividad tiene su faceta sagrada, pero no se puede rehuir la acción porque haya algo de sagrado también en la inacción. Todo tiene su tiempo, y todo tiene que acabar. Y lo primero que debe acabar es la perrería, el ser acomodaticios. Si no nos levantamos de nuestros lugares cómodos, si no salimos de nuestras zonas de confort, jamás seremos buscadores, ni caminantes. Así que si partimos de la base de que somos buscadores, entonces no podemos no caminar.


La vagancia es una actitud generalizada en la sociedad actual. Nos gustan las cosas hechas, fáciles, masticadas... las que no nos cuestan esfuerzo. Nos gusta la ropa limpia, planchada y doblada en nuestro armario. Nos gusta la comida en la mesa y no tener que fregar platos. Pero por ingrata que sea, la tarea siempre enriquece. Aunque nos lleve toda la vida.

No hay excusa para no hacer. Sencillamente, cuando es necesario, tenemos que buscar una forma más óptima de hacer.

5 de enero de 2014

El fuego del hogar

Hace unos días el año oficial cambió. Como consecuencia directa de este cambio, las redes sociales se llenaron de "resúmenes del año". Mucha gente hizo un balance de sus logros anuales. Y yo me di cuenta de que este año... no he hecho nada.

Esto último es mentira. O más o menos mentira. Tengo un bebé. Estoy en paro, y cuido de la casa y de mi hijo. Y aunque esto parece que no es nada, creedme, ocupa la vida entera. Me quejo muchas veces de que no tengo tiempo para nada. Ni para escribir. Sin ir más lejos, para escribir cualquier entrada de este blog el proceso implica abrir la ventana de escritura a las ocho de la mañana, e ir escribiendo frase a frase entre una y otra exigencia de atención del niño y de las tareas de la casa. Y es la única manera factible.

Madre e hijo en interior  - Peter Ilsted  (1898)
Mi vida es así, básicamente. Lo cual está muy alejado de la idea del religioso que pasa su tiempo en estudio y meditación. Hablando con un muy buen amigo, me refirió un articulo colgado en la página de Silver Circle a este respecto. En él se habla del concepto usado originalmente por la autora Dolores Ashcroft, el camino del fuego del hogar, una reflexión extremadamente interesante que enmarcada en su contexto es de lo más recomendable. Tal y como lo utiliza la autora original, se trata de la parte de la vida mundana de toda persona que se dedica a una tarea sagrada. Cuando eres joven, parece ser más sencillo encontrar tiempo para una serie de actividades "sagradas", para meditar, para un estudio, para encuentros... cosas que con el tiempo dejan de ser tan relevantes en el día a día, y se ven sustituidas por cosas como el trabajo que te sustenta, el cuidado del hogar, la familia. Dolores lo llama "la tasa" a pagar por la vida mágica. Porque el día a día se nos antoja material y mundano y todo lo opuesto a lo que es espiritual. Y esto es un error.

Por un lado jamás me cansaré de repetir la palabra: equilibrio. Es una de mis palabras favoritas. Los extremos pueden ser interesantes, pero no son buenos. Si una vida es demasiado "espiritual" puedes perder el contacto con la realidad, y por tanto, el sentido de la vida misma.  Vincular lo espiritual a actividades no ligadas a lo terreno y exclusivamente a estas actividades es un desequilibrio importante. Además, reniega de mi segunda palabra favorita: sencillez. Vincularse sólo a actividades "espirituales" es complicarse la vida.

Por otra parte, decidir que lo espiritual está reñido con lo terrenal es de una enorme estrechez de miras y, perdonad que lo diga, una herencia directa de la espiritualidad cristiana que mortifica el impuro cuerpo para acercarse a Dios. Los paganos no somos así. En general, los paganos somos hedonistas, terrenales, y debemos aprender a ver lo sagrado en cada cosa mundana, o corremos el riesgo de perder parte de la esencia de nuestros cultos. Lo espiritual está muy bien, pero está en más lugares de los que pensamos habitualmente.

El trabajo de adoración a mis antepasados y a mis dioses no es menor por no "tener tiempo". Al contrario, cuidar a mi hijo es para mi una tarea sagrada. Desde alimentarlo y jugar con él hasta cambiar un pañal repleto de... dejemoslo en "crema de calabaza".  Y como esto, todas las actividades cotidianas. La cocina, el caminar por la calle, el ganarse el pan... todo es absolutamente sagrado. Cada uno de nosotros debe buscar su forma de honrar y adorar a sus Dioses, tal y como ambas partes mejor sepan y sientan.
Una vez, hace mucho, leí una leyenda hindú en la que una mujer preguntaba a un sabio cómo podía ella adorar a Shiva, si las tareas de adoración no le decían nada. El sabio le respondió que el mejor modo era haciendo aquello con lo que se sintiera realizada y ella dijo: cuidar de mi sobrino. Y el sabio le dijo: a través de tu sobrino, tú adoras al señor Shiva.
Bien, no soy hinduista, pero esta historia si resuena profundo en mí. La mejor forma de ser religiosos es a través de aquello que nos llena, que nos hace plenamente humanos. Y ello nos elevará si es eso lo que buscamos, o nos mantendrá donde debemos estar, si el objetivo es ese.