26 de enero de 2014

Explicaciones

Durante mucho tiempo he estado intensamente involucrada en el proceso de "volver a lo básico y dar explicaciones". Es una tendencia casi connatural a todos los humanos (y por tanto, seres sociales) que están metidos en algún movimiento poco conocido o reconocido por la sociedad en la que viven. Por ejemplo, si sois o tenéis amigos veganos sabréis que los veganos están fritos de explicar por qué son veganos y en qué consiste el veganismo a todo pichichi viviente. A los paganos nos pasa lo mismo. Pero más.

Los paganos somos variados. Un puñado de paganos es como una bolsa de "Grajeas Bertie Botts de todos los sabores". Así que no sólo tendemos a explicarnos a los que no saben qué es el paganismo, si no a los demás paganos y finamente, a nosotros mismos. Si nos dejamos arrastrar, puede ser un proceso interminable que concatene explicación tras explicación y nos deje en lo más básico, en lo más entendible por los demás. Una forma de no tomar la espiral, si no volver al círculo y seguir dando vueltas en un tiovivo de palabras que ni siquiera son nuestras de todos modos.


Algunos de nosotros, hemos salido disparados del tiovivo. Por una razón o por otra, hemos querido frenar cuando el tiovivo aún rodaba, y hemos llegado al silencio y la evasiva. Por que llega un momento en el que explicarse es lo más difícil de todo. Aún con personas que sabes que es altamente probable que acepten y entiendan lo que puedes decir, porque son una grajea tan amarilla como tú... aunque siempre puede ser que ellos sean plátano y tú seas cera de oídos. Así que te callas. O dices que no haces nada, que sólo haces tus cosas y ya está. Por que en el fondo lo que ocurre es que estás cansado de volver a lo básico, de pisar el mismo terreno de nuevo de un modo que ya has hecho antes. Porque sabes que las palabras ya no tienen sentido.
Lo gracioso de esto, es que si hicieran una caja de grajeas sólo con gente que dice eso... seguirías siendo de todos los sabores.

Creo sinceramente que, en el fondo, y a poco que hayamos pasado algún tiempo caminando en la espiral, los paganos somos místicos. Todos nosotros. Por eso sonrío cuando alguien usa las palabras "vivencial" o "iniciático", o incluso "experiencial". Porque viene a decir "yo he vivido lo que he vivido y esa es mi realidad, que no te puedo traspasar a ti, y que no puedes esperar que te sea traspasada". Somos personas que amamos las palabras, pero que sabemos que se nos quedan cortas. Personas que sabemos que jamás podremos dejar de ocultar un sabor sorpresa y que sólo podemos dar una ligera pista con algún color, a veces.

9 de enero de 2014

Perrería

Declaración de intenciones respecto al post: Pretendo hacer una pequeña aclaración con respecto al post anterior. He recibido algunos comentarios en los que me decían que esta bien que demos importancia a una senda más material, pero que tampoco podemos atascarnos en lo material.

Bien, yo no quería decir que nos atascasemos en lo material. Si no que hay espiritualidad en cosas que no se suelen considerar espirituales. Podemos ver y trabajar espiritualidad haciendo cupcakes, o haciendo la comida cada día. Podemos ver y trabajar espiritualidad limpiando la casa o cuidando a nuestros mayores. Yo por lo que quiero abogar es por una forma de ver la vida más espiritual y por una forma más vital de ver lo espiritual. Lo que no quería defender y no defiendo es la perrería.

Me explico: soy una persona que se considera a sí misma algo indolente. O en otras palabras, me considero vaga. Eso no es algo bonito que reseñar de mi misma, pero es la verdad. Sin embargo, la vagancia no nos lleva nunca a ninguna parte. Es un estado no-constructivo, en el cual sólo le se puede quedar igual o decaer. Y a veces, decaer es la tendencia natural. Es necesario pasar por procesos de vagancia, de descanso. Es necesario que haya hibernaciones. Pero nuestros inviernos no pueden durar eones.

Cada actividad tiene su faceta sagrada, pero no se puede rehuir la acción porque haya algo de sagrado también en la inacción. Todo tiene su tiempo, y todo tiene que acabar. Y lo primero que debe acabar es la perrería, el ser acomodaticios. Si no nos levantamos de nuestros lugares cómodos, si no salimos de nuestras zonas de confort, jamás seremos buscadores, ni caminantes. Así que si partimos de la base de que somos buscadores, entonces no podemos no caminar.


La vagancia es una actitud generalizada en la sociedad actual. Nos gustan las cosas hechas, fáciles, masticadas... las que no nos cuestan esfuerzo. Nos gusta la ropa limpia, planchada y doblada en nuestro armario. Nos gusta la comida en la mesa y no tener que fregar platos. Pero por ingrata que sea, la tarea siempre enriquece. Aunque nos lleve toda la vida.

No hay excusa para no hacer. Sencillamente, cuando es necesario, tenemos que buscar una forma más óptima de hacer.

5 de enero de 2014

El fuego del hogar

Hace unos días el año oficial cambió. Como consecuencia directa de este cambio, las redes sociales se llenaron de "resúmenes del año". Mucha gente hizo un balance de sus logros anuales. Y yo me di cuenta de que este año... no he hecho nada.

Esto último es mentira. O más o menos mentira. Tengo un bebé. Estoy en paro, y cuido de la casa y de mi hijo. Y aunque esto parece que no es nada, creedme, ocupa la vida entera. Me quejo muchas veces de que no tengo tiempo para nada. Ni para escribir. Sin ir más lejos, para escribir cualquier entrada de este blog el proceso implica abrir la ventana de escritura a las ocho de la mañana, e ir escribiendo frase a frase entre una y otra exigencia de atención del niño y de las tareas de la casa. Y es la única manera factible.

Madre e hijo en interior  - Peter Ilsted  (1898)
Mi vida es así, básicamente. Lo cual está muy alejado de la idea del religioso que pasa su tiempo en estudio y meditación. Hablando con un muy buen amigo, me refirió un articulo colgado en la página de Silver Circle a este respecto. En él se habla del concepto usado originalmente por la autora Dolores Ashcroft, el camino del fuego del hogar, una reflexión extremadamente interesante que enmarcada en su contexto es de lo más recomendable. Tal y como lo utiliza la autora original, se trata de la parte de la vida mundana de toda persona que se dedica a una tarea sagrada. Cuando eres joven, parece ser más sencillo encontrar tiempo para una serie de actividades "sagradas", para meditar, para un estudio, para encuentros... cosas que con el tiempo dejan de ser tan relevantes en el día a día, y se ven sustituidas por cosas como el trabajo que te sustenta, el cuidado del hogar, la familia. Dolores lo llama "la tasa" a pagar por la vida mágica. Porque el día a día se nos antoja material y mundano y todo lo opuesto a lo que es espiritual. Y esto es un error.

Por un lado jamás me cansaré de repetir la palabra: equilibrio. Es una de mis palabras favoritas. Los extremos pueden ser interesantes, pero no son buenos. Si una vida es demasiado "espiritual" puedes perder el contacto con la realidad, y por tanto, el sentido de la vida misma.  Vincular lo espiritual a actividades no ligadas a lo terreno y exclusivamente a estas actividades es un desequilibrio importante. Además, reniega de mi segunda palabra favorita: sencillez. Vincularse sólo a actividades "espirituales" es complicarse la vida.

Por otra parte, decidir que lo espiritual está reñido con lo terrenal es de una enorme estrechez de miras y, perdonad que lo diga, una herencia directa de la espiritualidad cristiana que mortifica el impuro cuerpo para acercarse a Dios. Los paganos no somos así. En general, los paganos somos hedonistas, terrenales, y debemos aprender a ver lo sagrado en cada cosa mundana, o corremos el riesgo de perder parte de la esencia de nuestros cultos. Lo espiritual está muy bien, pero está en más lugares de los que pensamos habitualmente.

El trabajo de adoración a mis antepasados y a mis dioses no es menor por no "tener tiempo". Al contrario, cuidar a mi hijo es para mi una tarea sagrada. Desde alimentarlo y jugar con él hasta cambiar un pañal repleto de... dejemoslo en "crema de calabaza".  Y como esto, todas las actividades cotidianas. La cocina, el caminar por la calle, el ganarse el pan... todo es absolutamente sagrado. Cada uno de nosotros debe buscar su forma de honrar y adorar a sus Dioses, tal y como ambas partes mejor sepan y sientan.
Una vez, hace mucho, leí una leyenda hindú en la que una mujer preguntaba a un sabio cómo podía ella adorar a Shiva, si las tareas de adoración no le decían nada. El sabio le respondió que el mejor modo era haciendo aquello con lo que se sintiera realizada y ella dijo: cuidar de mi sobrino. Y el sabio le dijo: a través de tu sobrino, tú adoras al señor Shiva.
Bien, no soy hinduista, pero esta historia si resuena profundo en mí. La mejor forma de ser religiosos es a través de aquello que nos llena, que nos hace plenamente humanos. Y ello nos elevará si es eso lo que buscamos, o nos mantendrá donde debemos estar, si el objetivo es ese.