17 de diciembre de 2013

El derecho a cambiar de opinión

El camino es largo y muchas veces, retorcido. Y cuando miramos atrás, a veces, podemos ver cuánto hemos cambiado. Y al mismo tiempo, cómo seguimos siendo nosotros mismos.

Hace no demasiado leí en un grupo facebook unas palabras muy duras dirigidas a una persona que en su devenir, había cambiado de tradición. Los mensajes eran directamente insultantes, y en grupos en los que se supone que todos somos caminantes, llegan directamente a la linea de flote del sentido del paganismo de cada uno. Eso es triste, muy triste. Durante mucho tiempo he estado en grupos en los que personas de religiones muy distintas trabajan para llegar a posiciones de encuentro desde el respeto más absoluto. Es un ejercicio muy enriquecedor. Y ver que en eso fallamos entre tradiciones que están mucho más cerca de lo que a veces nos gusta reconocer es sorprendente.

Nos cuesta mucho a veces reconocer que el camino de cada uno es único. Saber que a veces, aunque vayamos hacia el norte, tenemos que caminar hacia el sur. Que bajamos para subir, y que la senda directa puede conllevar un desvío. O varios. Nos cuesta aceptar que tenemos derecho a cambiar de opinión y eso no nos hace menos auténticos. Que todos los caminos dan vueltas.

Los pasos que hemos andado nos marcan, y nunca se superan. Cada una de las experiencias forman parte de lo que somos. Intimamente, el camino nos construye a cada paso. Aunque cuando comenzamos a caminar ya fueramos enteros a pesar de ignorarlo. Porque el caminar es vivir, y vivir conscientemente.

Se dice de la gente que cambia de opinión que es infiel, traidor, desleal. Pero ese es el juicio más apresurado e injusto que el ajeno puede emitir. Un juicio basado en que cambiar de opinión no es un derecho. Que no puede haber revelación, maduración o evolución. Sin embargo, un cambio de opinión puede ser la única opción para el caminante. La fidelidad se resume entonces en coherencia, y por lo tanto, la primera fidelidad es para con el propio camino. Y el camino no se comparte. No en su totalidad. Si aquellos que están cerca de uno en un momento dado son fieles para consigo mismos, entonces la coherencia les resulta fidelidad. Sin revuelo en las revueltas y recodos las veredas se separan y se aúnan, y eso es suficiente.

Sin embargo cuando nos reclaman fidelidad, lo que nos piden es que atemos una cadena corta a una roca, y nunca nos preguntemos si el camino sigue más allá de la largura de la cadena. Nos piden que seamos ciegos espirituales, y que dejemos de buscar.

Y no digo que no haya quien esté realmente a gusto y sea completo en su camino que no deja nunca de estar bien cerca de una roca concreta. Pero en ese caso, es que la búsqueda le guía a la roca, no es la roca la que delimita la búsqueda. Y aunque la cadena y lo ya hollado pueda parecer seguro y hermoso, tenemos que seguir preguntándonos si es coherente y leal para nosotros. A veces, encadenarnos por una idea perversa de la lealtad, del aprendizaje o del camino es sólo el paso previo a la tortura del alma. A veces, deberíamos preguntarnos antes de cerrar las cadenas, o de dejar de luchar por liberarnos, cuánto tardará el águila en venir a devorarnos.

Es bueno que los caminos se internen en lo salvaje, aunque parezca arriesgado. Porque es allí donde más tenemos que aprender. Y no aprender puede ser la opción dolorosa.


2 comentarios:

  1. Siempre he creído que, de la mano de la Brujería, van la crítica, la duda y el cambio. Si el Brujería es poéticamente “El Arte del Sabio”, entonces es un Arte imperfecto, inacabado; y como tal, cambiante.
    Hace poco comentaba en otro sitio que una de las cosas que valoro de la brujería es esa: uno puede desmembrar todo, reducirlo a cenizas y volver a tomarlo, de otra forma. Es, a fin y al cabo, un continuo (y necesario) proceso de destilación.
    Sin embargo, suele pasar, que cuando se producen cambios dentro de nosotros o nuestro círculo más íntimos, los círculos externos que no han seguido el proceso se sorprenden ante este (y la sorpresa, muchas veces acompañada de decepción, suele ir seguida de rechazo)

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    1. Hablamos de los mismo. A mi me gusta eso de que somos "buscadores". Buscadores, no encontradores. El valor está más ligado a la búsqueda que a lo que encuentras.

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