8 de junio de 2014

En la diferencia


Tengo un amigo. Eso ya es decir mucho.
Tengo un amigo que vive parte de su vida en la carretera. Su vida es un viaje. Como la de todos, sólo que con mayor variedad de paisajes. A veces, me pinta una postal de lo que ha visto y me invita a compartir el viaje a nuestra manera. Porque en este sentido él es viento y yo soy roca.

Mi amigo y yo somos... diferentes. Mucho, en realidad. Incluso puedo decir que con el tiempo nos hemos ido haciendo más diferentes aún. Y eso me gusta. Porque a veces, él abre una ventana que enriquece mi mundo. O al menos, que lo ventila.

Hace algún tiempo que mi amigo viaja conociendo paganos y comunidades en el extranjero. Y cuando vuelve, me cuenta aquello que sabe que me hubiese gustado ver. Un día, entre el relato, me dijo: ·"Es curioso cómo puede ser tan acogedor estar fuera, cuando la gente te saluda y te saluda de verdad. Cunado les hablas y te escuchan de verdad, porque tienen auténtico interés. Cuando te miran sinceramente y te transmiten que sí quieren conocerte y sí quieren saber cuales son tus diferencias. Porque tus diferencias te hacen único e interesante." Se refería a una comunidad pagana.



Comentamos, y no sin razón, que eso hoy día es muy difícil encontrarlo en la península. Lo común es que la gente te diga "es que te centras en la diferencia". Y para ellos, eso es algo malo. Es el comportamiento políticamente incorrecto.

Entiendo que somos jóvenes, y nos gusta la unidad. Ser apreciados. Ser parte del grupo. Estar en el endogrupo y no dar pie a estar en el exogrupo. Lo entiendo.

Pero las semejanzas entre nosotros son limitadas. Algunas incluso son sólo semejanzas cuando somos superficiales. Las diferencias, por el contrario, son tan variadas como la propia vida. En ellas se puede profundizar. Con ellas se puede reflexionar. A través de ellas se puede crecer.

¿Qué nos falta para disfrutar de la diferencia?

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