10 de julio de 2014

De nostalgia




De la muchas cosas cíclicas de mi vida, la nostalgia es una que ya forma parte del propio carácter de una.
Vuelvo a ella cada año al menos una vez. Y aunque suene extraño, el volver al volver es una parte del camino hacia adelante.

Yo tengo nostalgia de mi ciudad. De los días brillantes en los que aprendía a ser un poco yo misma. Y tengo la suerte de que el mundo me lo recuerde regularmente. Volviendo a esa época puedo dar puntapiés (pequeñitos, por si acaso) a los ladrillos que cimientan quien soy y quién he sido. Allí, dónde todo el mundo parece creer saberlo todo y donde yo tenía mil y dos rincones secretos.

Tengo nostalgia del tiempo pasado donde cada nuevo conocido era un amigo de toda la vida. Aunque luego resultase todo rematadamente mal. Porque ese tiempo me recuerda que tenía y tengo la capacidad de confiar y querer a todo el mundo.

Tengo nostalgia de aquellos tiempos en los que creía que mi camino era común a muchos, en el que veía posible tener alumnos, maestros y hermanos. Tiempos de inocencia y enorme aprendizaje. Tiempos que son un poso en el fondo del lago personal. Mi nostalgia revuelve ese fondo, a veces. Y a veces el agua se enturbia un rato. Pero sólo así se consigue ver realmente claro. Es tan fácil olvidar...

Porque volver a volver, la excusa de la nostalgia, puede ser un paso lento que se afianza. Puede significar asegurarse.